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Tallón, que es hombre y escritor según publicó hace unos días el diario El Mundo, dice que «nunca hay que aceptar un trabajo del que estés seguro que no te van a echar» y supongo que lo mismo pensó Gerardo Martino, al comprobar que aquella llamada de teléfono no se trataba de una broma grosera y que, efectivamente, la voz al otro lado del Atlántico le estaba proponiendo ser el nuevo entrenador del F.C. Barcelona, ¡completamente en serio! La anécdota la contó el propio técnico rosarino, nada más aterrizar en la Ciudad Condal, y mientras uno miraba a un lado y a otro, incrédulo por lo que acababa de escuchar, la prensa se inundó de perfiles bondadosos con el nuevo míster, todo humildad y virtud a primera vista, nada que ver con el carácter frío y elevado de aquel ‘a quién no se debe nombrar’, por entonces recién aterrizado en Munich para ponerse en evidencia, de manera inconsciente y voluntaria, alejado de sus juguetes dorados y perfectos de la Masía. Señoriales y agradecidos, los directivos decidieron regalarle uno, como recuerdo, supongo.

Pasados unos meses, ahora que en Barcelona se pelean entre verdugos por ver quién asesta al Tata el hachazo definitivo, uno rememora aquellas primeras semanas con una nostalgia especial, pues el asunto me recordó a la inocencia propia de otros tiempos, tan habitual en pueblos como el mío dónde, uno de los mayores divertimentos conocidos, consistía en aprovecharse del candor irracional de los más confiados. El primer día de marea de cualquier rapaz de a bordo, por ejemplo, lo primero que se hacía con el pobre incauto era enviarlo a la tienda de Carmen, a comprar agujas de marear. Prevenida, Carmen se hacía la contrariada, pues no le quedaba ninguna, alegaba, y enviaba al muchacho a la tienda de Mucha, en la otra punta del pueblo. Así, la criatura iba recorriendo todos los ultramarinos y bares, unos cuantos por cierto, antes de regresar al muelle  avergonzado y con la manos vacías, en su primer encargo importante. Las risas de los marineros veteranos llegaban a oírse en Portonovo, se decía.

A los aficionados del Barça, y parece mentira con todo lo que hemos ponderado y alardeado estos años, nos tomó esta directiva por tontos o por confiados, no me atrevo con un diagnóstico firme, pero lo cierto es que nos han mareado como a cualquier rookie de un barco de arrastre, y encima se han reído. Como a tantos otros grumetes primerizos, nos han despertado en mitad de la noche frente a la costa de Vigo y nos han dicho: «rapaciño, mira Canadá». Y con los ojos como platos nos lo creímos, ilusionados, y regresamos a tierra convencidos de haber estado a un paso de conquistar Terranova. No vale de nada lamentarse, ni apuntar con el dedo a quién creyó que se le tomaba el pelo ofreciéndole el cargo. Tampoco sirve de mucho enjuiciar a jugadores, especialmente a quiénes han dado tanto. Para eso están las directivas, a quienes corresponde la toma de decisiones sobre tales asuntos. A nosotros, solo nos corresponde ponerlos y, por supuesto, echarlos.

» Acá hay tres clases de gente: la que se mata trabajando, las que deberían trabajar y las que tendrían que matarse.»

Mario Benedetti.

Foto publicada en meiguinha00.blogspot.com

6 comentarios en “Canadá y las agujas de marear.

  1. Lo que Martino comprendió en octubre, a muchos arrancó del sueño un 8 de marzo. Y les cogió con el pijama puesto y el nórdico sin quitar.

  2. «Señoriales y agradecidos, los directivos decidieron regalarle uno, como recuerdo, supongo». Qué malo eres, Rafita, qué malo eres. Con estas cosas me dan ganas de ponerme a llamarte de usted y todo, oye.
    (Grande como siempre, vamos, pero si te lo decimos mucho te lo crees).

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