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Con el espantoso marcador de la ida en la retina, después de una reprimenda hostil que terminó con el todo el equipo fregado (y bien fregado) a base de embestidas y goles por doquier, se presenta el partido de esta noche como una batalla casi perdida: una empinada cuesta que escalar con bicicleta de hierro y plato grande, una especie de funesto trámite con muerte final, previa y pomposamente anunciada. Alejado, por fortuna, del optimismo imperante en Barcelona y alrededores, se me viene a la cabeza aquella sentencia de Fred Summers, uno de tantos personajes de Dos Passos que tumbado en una cama atendía a las discusiones de sus compañeros, antes de partir hacia Europa para la Gran Guerra: “Amigos, esto no es una guerra… Es una jodida casa de putas”.

Haciendo un esfuerzo se me ocurre pensar que, por qué no… Tampoco sería la primera vez que este equipo se levanta, se rearma y golpea con la mano de dios abierta, que es Messi encarando y poniendo de rodillas a defensas enteras solicitando piedad. Con un Iniesta al mando de las operaciones, con Sergi Busquets bien plantado en el ángulo ciego del campo de batalla, y con Suárez rematando cuanto se mueva dentro del área se puede soñar. Un equipo que salte al campo convencido de lo que es y de lo que puede ser si no se enreda en variantes tácticas de ejército menor: emboscadas, guerras de guerrillas y demás apuros y atajos. Entonces podría salir el sol y repetiríamos la frase de Summers, ya en Fontainebleau y después de disfrutar de un recibimiento por todo lo alto lleno de coñac, humo de tabaco y poilus franceses cantando la Madelón: “Muchachos, esto no es una guerra. Es una jodida casa de locos”.

Ah, si Messi se lo propusiera… Si Messi se lo propusiera las aguas se convertirían en vino y lo que parece un adiós sería el mejor comienzo en busca del gran final. Tampoco cuesta tanto imaginar al diez sacando la lengua al destino escrito y devolviendo la sonrisa a una grada que amanece triste y sin apenas esperanza desde el viernes pasado. No resulta imposible que su marea desborde cualquier dique bilbaíno, reviente las cerraduras mejor armadas e Iraizoz se levante perico del suelo, como antaño, tras entrar confiado y sereno por las puertas del Camp Nou, sintiéndose todo un león. Sería entonces el momento de levantar el quinto trofeo del año, sacar a Messi en procesión por las Ramblas y recordar una vez más al bueno de Summers después de cenar magníficamente en una noche tranquila, en un pueblo de casas rosas y blancas con cépes de ajo y un fuerte vino tinto: ”Amigos, esto no es una guerra, esto es una jodida gira turística de la agencia Cook”.

Foto publicada por marca.com

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