Sostiene mi estimado J.Ernesto Ayala-Dip que si un futbolista como Iker Casillas “sale de su club como sale, por esa puerta pequeña que está justo al lado de la puerta de atrás, es porque en la sociedad que vivimos algo no funciona”. Por el simple placer de utilizar más palabras suyas, que para eso está uno en fase de aprendizaje, todavía, y dedicadas en su momento a otro compañero de cabecera y profesión a cuenta de un artículo sobre los límites del humor, se me antoja responder a semejante sentencia del periodista y crítico argentino con que, cuando menos, es una “fina observación”.
En realidad estoy bastante de acuerdo con el argumento central de la acusación de Don J. Ernesto, no vayan ustedes a pensar, solo que diferimos en los tempos de la denuncia y en los motivos para materializarla. Efectivamente, a mí también se me ocurrió pensar que algo no funcionaba, en esta sociedad nuestra, el día que un influyente periodista lanzó, a los cuatro vientos, una acusación grosera e interesada contra varios de los componentes de la Selección Española, (la parte azulgrana y contratante de la primera parte, si se me permite el arabesco), a los que se implicó en una fea trama de dopaje sistemático y fraude deportivo al más alto nivel, ni más ni menos.
Fue entonces cuando un servidor, gallego, idealista y sin remedio, imaginó que el capitán de todos e inmaculado Iker Casillas, tardaría apenas unos segundos en coger su teléfono móvil de última generación, rebuscar en los contactos el número de algún buen amigo periodista y salir al paso de semejante calumnia sin escatimar en palabras, pese a cierta fama de ‘supertacañón’ que acarrea. Me pareció obvio y aconsejable, no me pregunten por qué, en especial atendiendo a la legendaria amistad y cariño que se le presumía hacia gran parte de los vejados, pero no sucedió tal cosa, no. Tampoco al día siguiente hubo reacción del ciudadano ejemplar, el gran Iker Casillas… Ni al mes siguiente. Ni al año siguiente. Apenas 200.000 € resultaron suficientes para que la directiva del club catalán, la misma que se auto define como #BoPerAlBarça, en plena campaña electoral, diese por liquidado el asunto y restituido el buen nombre de sus mariscales de campo, mucho tiempo después. Pero de la aconsejable y esperada defensa de Casillas a sus colegas, nunca más se supo. De alertas sobre derivas sociales y falta de valores, tampoco; al menos yo no las recuerdo.
Casillas es un gran portero, sin duda alguna, o al menos lo fue; cada uno tendrá su opinión al respecto, en un país con varios millones de entrenadores. Al contrario que Ayala Dip, sin embargo, yo no creo que Iker haya inventado nada, ni tampoco destrozado teoría alguna sobre la función del arquero, mucho menos las de Don Alfredo Di Stéfano. Y de ninguna manera me parece que se trate del primer portero en parar un penalti, ni dos, ni tres. Tampoco el único que ha salvado un mano a mano decisivo en el partido más indicado, ni tan siquiera el primero en abortar un gol cantado con la propia cara, hermosa la suya como la de un querubín: eso ya lo hacía Bruce Harper en un capítulo de ‘Campeones’ y no por ello dejaban sus compañeros de fregarlo y cantarle las cuarenta.
De gratitud podríamos hablar largo y tendido pero tampoco es cuestión de aburrir al lector. Solo pondré tres ejemplos, a vuela pluma, para explicar mi escepticismo ante la sentencia del maestro Ayala-Dip: Victor Valdés, Xavi Hernández y Pep Guardiola. Del primero no se acordó nadie hasta que levantó su tercera Liga de Campeones, decisivo en todas ellas, y se marchó por la puerta de atrás del Barça y del fútbol español: ni siquiera por esa pequeña a la que alude mi estimado en su artículo. El mejor futbolista español de la historia, a su vez, se descubrió el día de su despedida compartiendo idéntico espacio en las portadas de la prensa deportiva que una cubitera de promoción y un pijama de diseño espantoso, y su última entrevista ha desaparecido de las redes por arte de magia e ingeniería informática, pues parece que no interesa lo que el mito tenga que precisar sobre los méritos reales de la última Triple Corona conseguida. De Guardiola… Qué decir de Guardiola. Revolucionó el fútbol español y mundial, entregó una plantilla completa de virtuosos bien aleccionados al servicio de la selección de un país y, como gran y póstumo homenaje, se descubre cada día exiliado en Alemania, enredado en constantes polémicas de papel y obligado a leer que tan gloriosa etapa vivida por el fútbol español fue obra y milagro de un santo portero que, para más inri, ni siquiera sabe jugar el balón de madera decente con los pies. Ahí tiene la verdadera demostración de lo que usted y yo defendemos, querido Ernesto: que tanto este país como el suyo, donde fusilan a Leo Messi cada pocos meses, con alevosía y premeditación, se han ido al carajo hace mucho, mucho tiempo… Que la fuerza nos acompañe.
Fotografía publicada por vozpopuli.com